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Es un árbol solitario
En un sitio olvidado
De la mano de los hombres,
Y quizás de la de Dios.
Su cuerpo retorcido
No alza los brazos
Donde antes descansaban
Las aves que buscaban
Recobrar su fuerza en él.
Por eso aguarda ahora el rayo
Tan temido en su juventud.
Para que haga un nido en él
La luz del fuego,
Que le lleve hacia el Dios que le olvidó,
Que le lleve hacia el Dios que le olvidó.
Y es que el árbol que allí vive
Ve cómo su sangre
Se envejece, mientras en sus ramas
Sólo crece el fruto de la soledad.
Y es tan débil su regazo
Que allí ninguna madre anida ya.
Su hojarasca no es ya tan tupida
Como lo fue cuando ofrecía sombra al peregrino.
Por eso aguarda ahora el rayo
Tan temido en su juventud.
Para que haga un nido en él
La luz del fuego
Que le lleve hacia el Dios que le olvidó.
Que le lleve hacia el Dios que le olvidó