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Su Majestad oscuridad, en vinilo, en compact, en cinta,
vuelve a desplegar mantos de superioridad,
con el ardor de su sonrisa mística inspiradora
de lunas llenas negras con su silueta en medio.
En un fondo de escarlata, en su corcel llameante,
cero positivo, para todos estos asistentes ya,
los verdugos aparecen entre luces de unas lámparas perpetuas
ansiosos por degollar.
Y ver llorar a los demás,
porto el ADN ejemplar del Vampiro Estelar,
las telarañas son una preciosidad en las esquinas del hogar
y el estilo que le dan me encanta y los quirópteros.
Perfumes de la libido,
cócteles de llantos servidos en cántaros,
carpas con leopardos follando en lo alto de altares de frío mármol,
cuernos y órganos, amanecer en los Cárpatos.
Lienzos con la faz del miedo pintada en ellos,
mechones de cabellos de santos,
colgando de sus marcos de finos ornamentos de hace tiempo,
por cientos de arquitectos expertos en arcaicos.
Métodos en el sexo de un culto hermético
de carácter herético,
mi séquito siempre frenético y atento a las órdenes que dé,
aprenden los versículos.
Lamentos nítidos y líquido bermellón,
mis súbditos son el éxito, el poder de seducción y el tiempo,
la columna vertebral de un grifo hace de látigo,
en cascadas de lava y entre magma volcánico.
Algunas hadas nadan por terrenos flamígeros,
cancerberos con bozales,
tallos de rosales rodeando corazones a los que menos lo merecen
y el crujir de sus nueces causa un gran bienestar entre los huéspedes.
En alcobas de hielo,
descansan del festival del Señor del Reino Avernal,
los obscenos que de noche mantuvieron relaciones
con rivales bien fieros.
Llamadme el Emperador del Cielo, surcador de tu mundo interior,
me tiene celos hasta el naranja del fuego,
que contempla mi capa
como el que ve un hervidero de habitantes del subsuelo que a tu núcleo ataca.