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Llega al atardecer con su cartera,
viste de oscuro, calla por los codos,
mi modo de querer, sin malos modos,
resuma savoir faire a su manera.
Siempre estamos de acuerdo en casi nada,
novicios de un oficio de difuntos,
entre su soledad y mis asuntos
no hay mas resquicio que la madrugada.
Ni nos fian el pan con cicatrices,
ni permuto el bombin de mi amuleto
por el terno de tweed de su prudencia.
Antes de que la aurora heche raices,
abusa, con excusas de cateto,
del brillo hipotenusa de su ausencia.