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Yo buscaba la estación
y me ofreciste tu cuerpo.
Dos talegos con mamada,
más cien duros de la cama.
Y en la Plaza del Caballo,
más arriba o más abajo,
no cesaba la tormenta.
No supe decir que no,
caliente de anfetaminas.
En la puerta, una gitana me saco
cuarenta duros por la goma.
En el cuarto despachaste con oficio.
Y un merchero, sin piedad,
me devolvió a mi sitio.
A la Plaza del Caballo,
más arriba o más abajo,
caliente de anfetaminas.
no cesaba la tormenta.
Y recuerdo que un cuchillo
decoraba tu mesa de noche,
junto a un chusco de pan seco,
me dijiste que tu novio era en la cárcel.
Yo te dije, que la mía era en el cielo.
Y en la Plaza del Caballo,
más arriba o más abajo,
caliente de anfetaminas.
no cesaba la tormenta.