¡Yo la vi que se venía en falsa escuadra, se ladeaba, se ladeaba, por el borde del fangal! ¡Pobre mina que nació en un conventillo con los pisos de ladrillo, el aljibe y el parral! Alguien tiró la banana, que ella pisó sin querer, y justito cuando vi que se venía, ya decúbito dorsal, me la agarré. Fui un gil, porque creí que allí inventé el honor. Un gil que alzó un tomate y lo creyó una flor. Y sigo gil cuando presumo que salvé el amor, ya que ella fue quien a trompadas me rompió las penas.
Ya ven, volví a la mugre de vivir tirao. ¡Caray!, si al menos me engrupiera de que la he salvao. Eso dijo el cusifai mientras la cosa retozaba, retozaba ya perdida en el fangal, y él chupaba una ginebra desastrosa entre curdas y malandras en la mesa de aquel bar. Si alguien tiró la banana, él, que era un gil, la empujó, y justito cuando vió que se venía, ya decúbito dorsal, se le prendió. Fui un gil...