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¿Puedes, dulce niña, contarme
por qué tienes la cara tan triste?
¿Por qué lloras cada vez que miras por la ventana
y ves caer justo frente a ti el sol?
¿Puedes decirme por qué tienes
la mirada tan perdida
y los ojos rojos de dolor?
Es que, quizá, tú serías un ángel perdido
buscando el camino de regreso,
pero no supiste eludir los puñales
que lanza el mundo acribillando tus alas,
y vives cautiva en un hueco profundo de la tierra.
Sé que puedes oírme, porque acudes
siempre al llamado de un corazón solitario,
y te quedas junto a él cuidándolo,
sanas sus heridas hasta que emprende
nuevamente su vuelo.
El último pasaje hasta el cielo
te pasó tan cerca, que no dudaste en poder alcanzarlo:
empezaste a aletear sin pensar en tu ala herida,
y fue imposible, otra vez llegaste tarde
y con ello se esfumó tu viaje a lo infinito.
Puedo ver que te estás desdibujando.
Algunos no saben que el alimento
de un ángel es el amor.
Será un largo camino, sola y en silencio
sin saber muy bien cuál es el rumbo correcto.
Vagarás entre la gente buscando
huellas hacia las puertas del cielo.
Pareciera que realmente hay una herida en tu corazón.
Siempre pierdes el turno,
vuelve a caer una y otra lágrima.
¿Cuál es el precio para ser feliz?
A veces no es malo dar todo.