Hay un cajón de madera
donde desordenadas huyen
montones de hojas secas,
huyen hojas que escribí un día.
Cuando tenga ganas,
cuando tenga algo de alegría,
volveré a mi casa abandonada
donde vive algo de mí todavía.
Pero sé que estoy muy lejos,
no voy a dejar de mirarme al espejo
por mucho que salga la Luna,
no voy a dejar de mirarte.
Ahora que te tengo delante
me resultas tan sorprendente,
me sublimo al acercarme
y me vacío al perderte,
me vacío al perderte.
Algún día,
algún día podré saber quien soy,
ahora no me atrapo ni con red,
me late demasiado el corazón
para no descubrirme.
Vida mía,
perdona si no te presto atención,
¿no ves que vivo en Babia?
Y que quita de encima ya tu caparazón.
Y déjame, déjame, déjame,
aunque sé que es lo mismo de antes,
que no me atrevo a mirar al frente,
te cojo la mano y llevas guantes,
ya no me miras tan fijamente,
y quisiera que al acostarme
me sienta algo diferente,
sin ti diferente, sin ti diferente.