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"¿Qué hora tienes?", pregunté para entablar conversación.
"Son cuarto para las dos", y cuando escuché su voz aseguré que existe Dios.
"Pantorrillas de marfil", gritó en la esquina un albañil,
yo volteé para hacer frente al atrevido constructor, aunque admiré su observación.
"¿Te ayudo con los libros?" y a quemarropa dijiste: "no".
"¿Puedo acompañarte?" y sin voltear otra vez, "no".
Y ante la ausencia de un buen comentario, te dije que me gustabas para nuera de mamá.
No hay más vuelta de hoja, aquí empieza una historia, te guste o no.
Tierna mariposa soy el mismo que hizo Dios para hacerte feliz.
Ahí volteaste y me dijiste: "Tú estás loco, lárgate".
Siete cuadras te seguí, hasta que abordaste un autobús.
El semáforo en la esquina fue el prefecto celestino con el rojo de su luz.
Subí por la puerta trasera, y dije "hola" otra vez, tú me sonreíste y el flechazo hirió esta vez.
Y ante la ausencia de un buen comentario, te dije que me gustabas para cuñada de mi hermana.
No hay más vuelta de hoja, aquí empieza una historia,
te guste o no.
Tierna mariposa soy el mismo que hizo Dios para hacerte feliz.
Ahí volteaste y me dijiste: "Tú estás loco, quédate".
No hay más vuelta de hoja, aquí empieza una historia,
te guste o no.
Tierna mariposa soy el mismo que hizo Dios para hacerte feliz...