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Esta mañana ya no me acordaba cómo tocaban mis dedos, esa guitarra que era para mí tu cuerpo. Ya no me acordaba lo que sentía cuando acariciaba tu pelo.
Ya no me acuerdo si tus ojos eran marrones o negros como la noche o como el día que dejamos de vernos. Sólo recuerdo que llovía y que quedamos en la parada del metro, pero haciendo un gran esfuerzo.
Aún veo tu mirada en cada espejo de cada ascensor, donde cada noche me sube hasta el cielo de moteles invernadero, donde se jura algo tan efímero.
Ya no me acuerdo ni de tu risa, ni de tu prisa por darme un beso. Ni qué botón de tu camisa desabrochaba primero. Ni qué rumba me bailabas cuando querías robarme el sueño. Dicen que el tiempo y el olvido son como hermanos gemelos, que vas echando de más lo que un día echaste de menos.
Yo qué culpa tengo si ya no me acuerdo, pero haciendo un gran esfuerzo, aún veo tu mirada en cada espejo de cada ascensor. Donde cada noche me sube hasta el cielo de moteles invernadero. Donde se jura algo tan efímero y tan eterno. Ya no me acuerdo, ya no me acuerdo.