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No importa que tantas veces te golpees la cabeza contra la pared. ¿Sabés que la vida es como una pelota con la que juega un niño en la plaza? Cuando más fuerte sea arrojada hacia el piso, más alto trepa.
No cierres los ojos cuando llega el otoño. No te detengas cuando llega el invierno. El viento solo busca derribarte, por eso seguí empujando hacia adelante. No importa qué tan espesa sea la tormenta de arena. No importa cuánto lloren tus ojos por la basura que se arroja. No importa qué tanta fuerza pongas cuando le pedalees al tiempo: ¡Calza los zapatos de Jeremías y sus pies de plomo: él dice 'mejor paso lento, pero firme'.
No te importe la dirección o la velocidad de las piedras, o quien te las arroje aunque sea una montaña dinamitada la que explota en tu cara. No importa que te apaleen las costillas mientras ríen a carcajadas. No importa qué tan altos sean los muros que se derrumban a tus lados. No importan los ruidos sordos que emita la inundación al correr al nivel de tu cuello; lo que importa es llevar la cabeza en alto, aunque no nades; si te lo proponés lo podés lograr.
Aunque nubes ennegrecidas cubran tu camino, no te importe qué tan peligrosas sean sus descargas eléctricas sobre ti. Aunque el mundo con su dedo índice te señale como un tiro al blanco o intente de atornillarte a su alfombra mediocridad. No importa que tan profundo estés metido en la ciénaga de la depresión: recuerda, cuando más te desesperás más te hundís. No importa si te sumergen en alcohol puro cuando tenés la piel en carne viva. No importa con qué parte del cuerpo atrapés la cuerda floja cuando perdés el equilibrio.
Amortiguar los golpes, sangrar, esquivar, desviar, atajar, escudarse: ¡vale!; pero no el permanecer tirado en el suelo, no el volver atrás; sólo avanzar, volverse a levantar, pelear contra toda desesperanza.