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Merienda
Hundo el pan en el café
y todo el mantel manchado.
Tu mirada es un puñal,
todo te hace mal.
Ya no puedo respirar,
tengo el pecho desarmado.
Vos querés gritar
y a mí me tiemblan las manos.
Y ahora tus manos destejen la tarde
en silencios partidos
y vuelcan la taza.
Todo se vuelve a inundar.
Y ahora la angustia, las migas que ahogan,
la mesa es un río.
Ya no queda más que hablar, ya nos rendimos.
Ya nos dejamos llevar, vos te ponés a trapear,
yo sólo intento flotar.