A ti la dama, la audaz melancolía, que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio. Tú que atormentas mis noches cuando no sé qué camino de mi vida tomar? te he pagado cien veces mi deuda.
Han vuelto los versos a mis noches,
Han vuelto las dudas y los miedos,
Han vuelto dolores y derroches,
Palpando un alma rota con los dedos,
Ha vuelto a llover en mis recuerdos,
Ha vuelto a rugir de escalofrío,
No pueden contarse las piedras del río,
Como no puede medirse mi vacío,
Y así en medio del frío, muriendo en el quebranto,
Rocío deja el sutil parpadeo de mi llanto,
Rebelde desde crío, viviendo mientras tanto,
Se va muriendo un loco corazón por desencanto,
Perdón si desconfío, si nunca estoy contento,
Cubierto por el manto, remando contra el viento,
Yo nunca he sido un santo, más sé bien lo que siento,
A orillas de mi canto, la fuente del deseo ante el sediento,
Brotando las aguas del orgullo, tan discretas,
Reviven en los surcos de los versos de un poeta,
No sigo a guiñoles, ni trucos ni marionetas,
Cansado de roles y de etiquetas,
Y yo aún tengo agujetas en el corazón,
Me brotan versos por los ríos de desolación,
Hay cataratas en las arcas de mi inspiración,
Que hicieron grietas en el alma por desilusión,
Yo sigo ardiendo entre las piedras que hay en el arcén,
Voy tropezando con amores sin saber muy bien,
De vez en cuando veo luz, pero no al cien por cien,
Porque aún arrastro aquella cruz que perdí en el Edén,
Ya no hay burbujas en las copas de mi sobriedad,
Retazos donde el tiempo pasó tan veloz,
Noches de brujas en los prados de mi soledad,
No giran hacia atrás agujas del reloj,
Y en el mar de sus ojos donde me perdí,
Salí de aquella isla donde naufragué,
Atardeceres ojos y de frenesí,
Los versos que te debo ya te los pagué,
Perdóname pero inferno donde me crecí,
El fuego nunca ha sido mi preocupación,
Pensar que era feliz cuando te conocí,
Que quise volver a escribir misma canción,
Y en las entrañas más profundas de mi habitación,
Allá donde este alma llora a tu mereced,
Y entre la fría oscuridad de un viejo callejón,
Los gatos como yo suelen morir de sed,
Así una y otra vez...
Yo solo tengo esta fábrica de escombros,
Esta colección de sueños rotos,
Esta vanidad sobre los hombros,
Esta ciega fe de los devotos,
Este dulce sabor que me amarga,
Este perfume de flor de loto,
En este boulevard de las palabras tan largas,
Esta vieja cámara de fotos.
Había empezado a escribir todo lo que se me pasaba por la cabeza. Las palabras se amontonaban unas sobre otras. Y exigían mucho esfuerzo de concentración para desvelar sus secretos. Todavía queda suficiente sangre esta mañana para emborronar 100 páginas.
Tomado de AlbumCancionYLetra.comY en la soledad de mi castillo,
Rogándole a la Luna algo de brillo,
Con kilos de tristeza desde niño,
Pájaros en la cabeza y con miseria en los bolsillos,
Ego con hambre y con sangre en los colmillos,
Con cayos en los pies y dolores en los nudillos,
En las horas que solo recita el grillo,
Entre las amapolas, el romero y el tomillo,
Y en la soledad de mi castillo,
El mundo es un ciego sin Lazarillo.
fuente: musica.com