Idioma Origen:
Me la suda, eres carne cruda y muda. ¿Así que quieres estar en el punto de mira? Cada rima un cadáver, todos al suelo. Me la suda, eres carne cruda y muda. ¿Así que quieres estar en el punto de mira? Cada rima un cadáver, todos al suelo.
Yo había oído muchas veces ésta amenaza en los labios, trémulos por el odio de un hombre a otro hombre. Y siempre pensé que los cegaba la ira en su imposible y loco desafío. Todo suele quedar en un puñetazo, un bofetón, una cuchillada en la mejilla. Sólo en tí se ha cumplido literalmente la brutal amenaza. De arriba abajo, en un solo tajo. Mira que te parto la cara.
Mi cristo roto es terrible en sus exigencias, no concede treguas, me lo ha prohibido también. Yo creía al principio que le gustaba, al menos lo toleraba silencioso. Hasta que un día no pudo aguantar más y me interrumpió severamente. Basta, he tolerado tu juego demasiado tiempo, no acabas de comprenderme. No me pongas más esas caras que pides de limosna al arte de los hombres, quiero estar así, sin cara.
Yo estaba ya asustado, le tuve miedo a cristo. Labios repugnantes, con babas. Ojeras hundidas marcadas a fuego y lujuria. Pupilas obnubiladas y viscosas de los drogados, aliento inaguantable a vino fermentado de los borrachos. Calidéz de madrugada sórdida en el vicio, rictus de amargura de desesperación y de odio. Turbadoras miradas de perversión, de complejos psicológicos, misteriosas subterráneas anormalidades. Cristo, no sigas, es inhumano. En el nombre de Cristo.
A mi Cristo, roto lo encontré en Sevilla. En El Jueves, ese pintoresco doble sevillano de El Rastro madrileño. Y se dice ir al jueves, pues yo fui al jueves, y en el jueves encontré mi Cristo.
Idioma Destino:
Me la suda, eres carne cruda y muda. ¿Así que quieres estar en el punto de mira? Cada rima un cadáver, todos al suelo. Me la suda, eres carne cruda y muda. ¿Así que quieres estar en el punto de mira? Cada rima un cadáver, todos al suelo.
Yo había oído muchas veces ésta amenaza en los labios, trémulos por el odio de un hombre a otro hombre. Y siempre pensé que los cegaba la ira en su imposible y loco desafío. Todo suele quedar en un puñetazo, un bofetón, una cuchillada en la mejilla. Sólo en tí se ha cumplido literalmente la brutal amenaza. De arriba abajo, en un solo tajo. Mira que te parto la cara.
Mi cristo roto es terrible en sus exigencias, no concede treguas, me lo ha prohibido también. Yo creía al principio que le gustaba, al menos lo toleraba silencioso. Hasta que un día no pudo aguantar más y me interrumpió severamente. Basta, he tolerado tu juego demasiado tiempo, no acabas de comprenderme. No me pongas más esas caras que pides de limosna al arte de los hombres, quiero estar así, sin cara.
Yo estaba ya asustado, le tuve miedo a cristo. Labios repugnantes, con babas. Ojeras hundidas marcadas a fuego y lujuria. Pupilas obnubiladas y viscosas de los drogados, aliento inaguantable a vino fermentado de los borrachos. Calidéz de madrugada sórdida en el vicio, rictus de amargura de desesperación y de odio. Turbadoras miradas de perversión, de complejos psicológicos, misteriosas subterráneas anormalidades. Cristo, no sigas, es inhumano. En el nombre de Cristo.
A mi Cristo, roto lo encontré en Sevilla. En El Jueves, ese pintoresco doble sevillano de El Rastro madrileño. Y se dice ir al jueves, pues yo fui al jueves, y en el jueves encontré mi Cristo.